Transplante de Organos
Generalmente se habla de "transplante" cuando el donante es una persona viva y de "donación" cuando el donante es un difunto.

En esta página:    Transplante según el Catecismo de la Iglesia Católica
 
  Donación de órganos sí, clonación no -Juan Pablo II
    Un gesto de amor -Card. Ratzinger
    Donación de órganos después de la muerte
 
  Donación de órganos: compartir el don de vida -Raez
    

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Ver también: xenotransplantes (Transplantes procedentes de animales)

Transplante según el Catecismo de la Iglesia Católica:

2296 El trasplante de órganos no es moralmente aceptable si el donante o sus representantes no han dado su consentimiento consciente. El trasplante de órganos es conforme a la ley moral y puede ser meritorio si los peligros y riesgos físicos o psíquicos sobrevenidos al donante son proporcionados al bien que se busca en el destinatario. Es moralmente inadmisible provocar directamente para el ser humano bien la mutilación que le deja inválido o bien su muerte, aunque sea para retardar el fallecimiento de otras personas.


Donación de órganos sí; clonación no
S.S. Juan Pablo II

VATICANO, 30 Ago. 00  

Al recibir a los participantes del XVIII Congreso Internacional de la Sociedad de Trasplantes, el Papa Juan Pablo II defendió la donación de órganos, pero señaló enérgicamente que la clonación para esos efectos es totalmente inaceptable desde el punto de vista moral.

En un discurso pronunciado en inglés, el Pontífice señaló que “los intentos de clonación humana con el fin de obtener órganos para trasplantar, en cuanto implican manipulación y destrucción de embriones humanos, no son moralmente aceptables, a pesar de que su fin sea bueno en sí mismo

El Papa recordó que “la ciencia prevé otras formas de intervención terapéutica que no suponen ni la clonación ni el uso de células embrionales, bastando para ello la utilización de células estaminales de organismos adultos”; y destacó que la medicina de los trasplantes, “mientras ofrece esperanza de salud y de vida a tanta gente, también presenta algunos puntos críticos, que requieren ser examinados a la luz de una atenta reflexión antropológica y ética”.

“También en esta materia, el criterio fundamental de valoración debe ser la defensa y la promoción del bien integral de la persona humana, según su peculiar dignidad”, agregó.

Donación de órganos: acto de amor

Tras calificar la donación de órganos como “un auténtico acto de amor”, el Papa puso de relieve que el cuerpo humano “no puede ser considerado únicamente como un complejo de tejidos, órganos y funciones, sino que es parte constitutiva de la persona”.

Por eso, dijo el Papa “toda tendencia a comercializar los órganos humanos o a considerarlos como unidades de intercambio o de venta, resulta moralmente inaceptable, porque a través de la utilización del cuerpo como 'objeto', se viola la misma dignidad de la persona”.

Juan Pablo II destacó también la importancia de que la persona que done los órganos sea adecuadamente informada, de modo que decida libremente y en caso de imposibilidad, se requiere “un eventual consenso por parte de los parientes”.

¿Cuándo está muerto el ser humano?

Los órganos vitales sólo se pueden extraer del cuerpo de un individuo “ciertamente muerto”. Aquí nace, dijo, “una de las cuestiones más debatidas en los círculos bioéticos actuales”, el problema de “la constatación de la muerte”. En este sentido, añadió el Santo Padre, “es oportuno recordar que existe una sola ‘muerte de la persona’, consistente en la total desintegración de aquel complejo unitario e integrado que es la persona en sí misma”.

“La muerte de la persona entendida en este sentido radical es un evento que no puede ser directamente verificado por ninguna técnica científica ni metódica empírica. Pero, la experiencia humana enseña también que la muerte de un individuo produce inevitablemente signos biológicos”.

El reciente criterio de constatación de la muerte, el de la “cesación total e irreversible de toda actividad encefálica, si es aplicado escrupulosamente, no aparece en contraste con los elementos esenciales de una correcta concepción antropológica”, dijo el Pontífice; y señaló que “sólo cuando existe esta certeza es moralmente legítimo iniciar los procedimientos técnicos para extraer los órganos que hay que trasplantar, previo consenso del donante o de sus legítimos representantes”.

“Lista de espera” de órganos

El Papa comentó otro problema, el de “la atribución de los órganos donados mediante las listas de espera o la asignación de prioridades”. El Pontífice destacó que desde el punto de vista moral, un principio de justicia obvio exige que estos criterios “no sean discriminatorios (basados en la edad, sexo, raza, religión, condición social) o utilitaristas. Para determinar quién tiene la precedencia en la recepción de órganos hay que atenerse a valoraciones inmunológicas y clínicas”.

El último problema que afrontó en su discurso fue el de los llamados “xenotrasplantes”, es decir, los trasplantes de órganos procedentes de especies animales. A este respecto, recordó lo que dijo en 1956 el Papa Pío XII: “La licitud de un 'xenotrasplante' requiere por una parte que el órgano trasplantado no incida en la integridad de la identidad psicológica o genética de la persona que lo recibe; por otra, que exista la probada posibilidad biológica de efectuar con éxito este trasplante, sin exponer a excesivos riesgos al que lo recibe”.

Clonación, no

Juan Pablo II manifestó el deseo de que la investigación científico-tecnológica en el campo de los trasplantes “progrese ulteriormente, extendiéndose también a la experimentación de nuevas terapias alternativas al trasplante de órganos”; “Sin embargo -recordó-, hay que evitar siempre aquellos métodos que no respeten la dignidad y el valor de la persona; pienso en particular en los eventuales proyectos o intentos de clonación humana con el objetivo de obtener órganos para trasplantar”, concluyó.


«DONAR LOS ORGANOS ES UN GESTO DE AMOR»
-Cardenal Ratzinger (Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe)

ROMA, 4 feb. (Zenit).- «Donar los propios órganos es un gesto de amor moralmente lícito siempre que sea un acto libre y espontáneo». Con estas palabras, el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, recuerda la línea mantenida por la Iglesia en este tema, cuando se acaba de aprobar ayer una ley en Italia para agilizar la donación de órganos y, por tanto, la realización de transplantes. La ley, como otras del entorno europeo, presupone que una persona es potencial donante si no se opone expresamente. Es decir, quien calla otorga.

Por primera vez, el cardenal confiesa que forma parte de una asociación de donantes de órganos, mientras subraya la contrariedad de la Iglesia ante cualquier forma de procreación artificial --el Parlamento italiano debate un polémico proyecto de ley sobre fecundación «in vitro»--: «Poner a disposición, espontáneamente, partes del propio cuerpo para ayudar a quien tiene necesidad es un gesto de gran amor. No es así, en cambio, el caso de la fecundación artificial de los embriones, que no prevé el acto de amor entre cónyuges. Sobre estos aspectos, es siempre válido lo que está escrito en la «Instrucción sobre el respeto de la vida humana por nacer y la dignidad de procreación», la «Donum vitae», publicada en 1987. Aquel documento, después de doce años, sigue siendo actualísimo», recuerda el cardenal.

P.- Cardenal Ratzinger, ¿es siempre moralmente lícito donar los propios órganos?
R.- Cierto que es lícito incorporarse, espontáneamente y con plena consciencia, a la cultura de los transplantes y de la donación de órganos.  Por mi parte, sólo puedo decir que he ofrecido toda mi disponibilidad a dar, eventualmente, mis órganos a quien tiene necesidad.
P.- ¿Esto quiere decir que está incluso inscrito en una asociación de donantes?
R.- Sí, hace años que me inscribí en la asociación y llevo siempre conmigo este documento en el que, además de mis datos personales, está escrito que estoy   dispuesto, si se da el caso, a ofrecer mis órganos para ayudar a cualquiera que tenga necesidad: es simplemente un acto de amor.
P.- ¿Qué significa para un cristiano ofrecer el propio cuerpo para transplantes?
R.- Significa tantas cosas juntas. Pero, sobre todo, significa cumplir, repito, un gesto de altísimo amor hacia quien tiene necesidad, hacia un hermano en dificultad. Es un acto gratuito de afecto, de disponibilidad, que cada persona de buena voluntad puede realizar en cualquier momento y por cualquier hermano. Esto es todo.
P.- Un acto que, ahora en Italia, se codifica con una ley. ¿Qué piensa de esta ley?
R.- En mi situación, no me permito juzgar ninguna ley de ningún Estado. No juzgo las leyes. Digo sólo que donar los órganos para transplantes, espontáneamente, en plena consciencia y en pleno conocimiento, significa dar vida a un verdadero, profundo, acto de amor hacia el prójimo.
P.- Y, sin embargo, en torno a este «acto de amor» se polemiza: en especial sobre el silencio-asentimiento informado. ¿Qué opinión se ha hecho sobre esto?
R.- No, no respondo. Son aspectos legislativos sobre los que no puedo absolutamente pronunciarme. Incluso porque aún no conozco suficientemente todos los términos de las normas en cuestión. Pero sobre las leyes no expreso juicios, más allá del hecho de que la donación es un gesto de gratuidad fraterna y afectiva.
P.- ¿Nada que decir sobre la fecundación asistida?
R.- Sobre la fecundación es siempre válida la Instrucción «Donum vitae», contraria a toda forma de manipulación y a cualquier acto procreativo fuera del amor conyugal.
ZS99020403 Zenit


Donaciones y Transplantes,
una oportunidad para compartir el don de la vida
Dr. Luis E. Raez

Cada día se hace más necesaria la disponibilidad de órganos